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Los insecticidas pueden tener efectos positivos en la agricultura, siempre y cuando su uso no sea por demás de excesivo, pero igualmente sus efectos residuales dejan su impacto ambiental con consecuencias bastantes graves.
A este grupo de compuestos químicos se le destina el control
de plagas que causan perjuicio o que interfieren con la producción
agropecuaria y forestal; pero su aplicación contamina agua, suelos y aire, daña
a los animales, altera la inocuidad de los alimentos que consumimos y, en
consecuencia, incrementa los riesgos para la salud humana.
La Organización Mundial de la Salud reconoce que el consumo
de alimentos transgénicos y agroquímicos ha elevado los índices de enfermedades
degenerativas del sistema inmunológico como diabetes, hipertensión, obesidad,
cáncer, e incluso son causantes de abortos espontáneos, malformaciones
genéticas, enfermedades de la piel, respiratorias y neurológicas, autismo y
enfermedad celiaca.
La División de Población de las Naciones Unidas estima que
para el año 2050 habrá 9.700 millones de personas en la Tierra, alrededor de un
30% más de personas que en 2017. Casi todo este crecimiento de la población se
producirá en los países en desarrollo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación
y la Agricultura (FAO) estima que en los países en desarrollo, se proyecta que
el 80% del aumento en la producción de alimentos necesario para mantener el
ritmo del crecimiento de la población procederá de aumentos en el rendimiento o
el número de veces al año que se pueden plantar los cultivos en la misma
tierra. Se espera que solo el 20% de la producción adicional de alimentos sea
el resultado de una expansión de las tierras agrícolas.
Los insecticidas pueden prevenir grandes pérdidas de cultivos
y, por lo tanto, seguirán desempeñando un papel en la agricultura. Sin embargo,
los efectos de la exposición a los plaguicidas en los seres humanos y el medio
ambiente son una preocupación constante.
El uso de insecticidas para producir alimentos, tanto para
alimentar a las poblaciones locales como para la exportación, debe cumplir con
las buenas prácticas agrícolas, independientemente de la situación económica
del país. Los agricultores deben limitar la cantidad de plaguicida utilizado al
mínimo necesario para proteger sus cultivos.
También es posible, en ciertas circunstancias, producir
alimentos sin el uso de insecticidas.
La lucha contra los agentes nocivos en la agricultura utilizando únicamente insecticidas químicos se ha demostrado insuficiente, pues los insectos desarrollan resistencia a las materias activas insecticidas, y tal y como son utilizados genéricamente condena el control de las plagas agrícolas al aumento de su consumo.
La población con un mayor riesgo la componen aquellos que
están directamente expuestos a los plaguicidas. Esto incluye a los trabajadores
agrícolas que aplican plaguicidas y cualquier otra persona en las inmediaciones
durante, y poco después, de que se propaguen los plaguicidas.
La población general, aquellos que no están en la zona donde
se usan plaguicidas, está expuesta a niveles significativamente más bajos de
residuos de pesticidas a través de los alimentos y el agua.
A pesar de su pequeño tamaño, las abejas provocan grandes
beneficios. Como animales polinizadores facilitan la
reproducción de especies vegetales silvestres y cultivadas, lo que es
fundamental para producir alimentos y medicamentos.
De hecho, dos tercios de los cultivos mundiales dependen
de animales
polinizadores como la abeja y nuestra nutrición se beneficia de su
trabajo por medio de frutas, legumbres, hortalizas o semillas variadas y de
calidad. Tanto es así que la FAO (Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación) las define como "aliadas
cruciales en la lucha contra el hambre".
A pesar de su importancia, diversos estudios
científicos constatan
la reducción de las colmenas, lo que supone una seria amenaza para
la seguridad alimentaria y la nutrición. Las causas de este declive son
la agricultura intensiva, el monocultivo, el aumento
de las temperaturas debido al cambio climático y el uso de
productos químicos agrícolas como los pesticidas, los fertilizantes o
los herbicidas.
Otra información importante para destacar es que las grandes empresas que se dedican a la fabricación de estos productos, tendrían que pensar un poco más en el medio ambiente y en la salud de los seres humanos y en los animales, ya que creando productos naturales, no solo que se podría combatir de manera bien especifica a lo que se quiere eliminar y así teniendo un impacto muy bajo para el resto del medio ambiente y no dañando la salud de ningún ser vivo. Pero como todo en este mundo, seguramente habrá muchos intereses económicos de por medio.
En conclusión es y será un tema muy importante para seguir debatiendo, ya que esta practica es altamente toxica para el aire, la tierra y el agua, sumado a su efecto residual duradero y provocando muchos problemas en el medio ambiente a lo largo del tiempo, sumado a que en cada temporada los agricultores se gastan mucha cantidad de dinero en algo perjudicial para todos y aveces no termina siendo 100% exitoso el trabajo, ya que muchas plagas terminan adquiriendo resistencia a dichos productos.
Siempre es bueno saber y estar al tanto de las reacciones que podría provocar estos productos en los seres humanos, ya sea como dolor de cabeza, mareos, malestar en el pecho, diarreas, sudor, vómitos, fiebre, secreciones por la boca y nariz, provocando intoxicación, etc.
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